El derecho a la información, el
“derecho de todos a saberlo todo” es “parte de la actual imbecilización social”
afirmó Fernando Savater al escribir un
artículo sobre wikileaks y Julian Assange, publicado en la revista
Tiempo en diciembre del 2010. Creo en la veracidad de esa sentencia,
pero lo peor de todo es que este proceso está siendo liderado y producido por viles seres con cerebro y
criterio limitado que les toca ejercer la más noble de las profesiones (la de
periodista).
Tras varias semanas de voluntaria abstinencia de no ver noticieros ni
programas nocturnos de nuestra alicaída televisión peruana, decidí
concluir con mi “ayuno” televisivo y sentarme por casi una semana a presenciar
dichos “informativos” y me hice varias
preguntas: ¿es justo y necesario en nombre de la libertad y al derecho a la información, mostrar
imágenes del rostro de una mujer quemada
por su marido?, ¿pasar gran parte de la reconstrucción de los hechos del
“descuartizador” en donde se resalta con lujos de detalles cómo perpetro su
crimen?, ¿ver todos los “tajos” que tiene un delincuente en su abdomen?, ¿pasar
más de diez veces seguidas la imagen de una mujer que fue arrollada con sus
hijos pequeños por una camioneta de la policía en Cajamarca hace algunos meses
atrás?.
Ayer por la noche vi que en un
accidente de tránsito ocurrido en San Juan de Lurigancho en Lima, se le
preguntaba a una de las accidentadas “¿está bien?” la mujer no quiso declarar y
la bruta de la reportera insiste “¿va a declarar más tarde?” no es esto ¿una muestra de un proceso de imbecilización
que está llevando a la insensibilización?.
¿Hay que relegar la dignidad de
las personas a un segundo plano por el bien de la libertad y el derecho a la
información?, ¿no hay respeto por el dolor y pena ajena?, ¿se sigue enseñando
ética en las escuelas de periodismo? , ¿qué competencias se están buscando en el perfil del reportero,
camarógrafo, editor y productor de noticieros de este siglo?, ¿es justo que la
desgracia humana se convierta en un espectáculo nocturno y esas míseras escenas
acompañen muchas veces nuestra cena? o al escuchar tantas preguntas estúpidas de
varios reporteros ¿no nos parece oír constantes insultos a nuestra
inteligencia?.
Si en los 90’s los periódicos
“chichas” se caracterizaron por la sangre, lo vulgar y las “calatas” que con su morbo embrutecieron a sus lectores, que por 50 céntimos era lo
único “culto” a que podían tener acceso a causa de su miserable economía. Ahora
acaso no presenciamos los tiempos de la “televisión chicha” o como lo ha
afirmado Vargas Llosa “el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad…”.
Este mal se ha apoderado de los noticieros y programas nocturnos de la
televisión.
“La caja boba” tiene un poder
alienante y adictivo sobre sus espectadores que si no contamos con la
suficiente educación y formación en valores, bien puede llevarnos no sólo a la “imbecilización
social” sino lo que es peor aún a convertirnos
insensibles ante el dolor y la desgracia ajena. Mientras prime la mal
llamada “libertad de empresa” por parte de los medios para desarrollar sus
noticieros o programas cómo mejor les venga el rating quedaremos pues condenados a vivir tiempos peores y el
de nuestra propia deshumanización.
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