lunes, 11 de febrero de 2013

VALE LA PENA LLORAR SOBRE LA LECHE DERRAMADA



Seis muertos, avenidas devastadas e inservibles, casas destruidas, mercados arrasados, comerciantes que se han quedado en la calle y sin su única fuente de ingreso y otros cuantiosos daños más son los resultados no de las torrenciales lluvias en Arequipa sino de la ineptitud del presidente regional, el alcalde provincial y los alcaldes distritales de la gran Arequipa.
El presidente regional Juan Manuel Guillén y el alcalde provincial Alfredo Zegarra sobrevolaron en un helicóptero del ejército la ciudad para ser testigos de lo ocasionado por su negligencia e incapacidad; estos personajes “no tuvieron mejor idea”  ante su impotencia que declarar duelo por dos días en Arequipa en memoria de las víctimas y como es la costumbre de estos tipos no hicieron un “mea culpa” de lo sucedido y en sus declaraciones a la prensa han deslindado cualquier responsabilidad, indirectamente señalando que ha sido un “hecho fortuito de la naturaleza”.
¿Por qué son culpables de lo ocurrido en Arequipa? El presidente regional por su falta de política preventiva para enfrentar desastres naturales y aún enfrentar las emergencias, le podrá echar la culpa a Defensa Civil o a otras organizaciones pero él es quien debió encabezar todo el planeamiento de contingencias y simplemente no lo hizo. El año pasado las intensas precipitaciones ya le habían pasado la factura, ¿hicieron algo como Gobierno Regional para que la historia no vuelva a repetirse? ¡NO! Absolutamente nada. El alcalde provincial Alfredo Zegarra desde el 2011 nos tiene atorados con el caos vehicular a raíz de la construcción de sus intercambios viales, uno de ellos en la avenida Venezuela, allí para ganar espacio se acortó el espacio de la torrentera que recorría (pues ya no existe) dicha vía que va paralelamente al terminal pesquero y otros centros de abastos que se ubicaban en ese lugar, entonces al venirse el aluvión las aguas no encontraron el espacio suficiente y se combinaron con los materiales de construcción del “by pass” y terminaron destruyendo los comercios ubicados en la mencionada zona. La noche del 8 de febrero toda la avenida Venezuela se había convertido literalmente en “la piscina olímpica más grande del mundo”, ¿dos años para construir un intercambio vial que no tiene la misma magnitud de los hechos en Lima?.
Los alcaldes distritales después de las torrenciales lluvias del año pasado se llenaron la boca proclamando a los “cuatro vientos” que iban comenzar con la implementación de sistemas de alcantarillado y drenaje así como el fortalecimiento de las pistas para que la ciudad esté preparada para la siguiente temporada de lluvias. Nada de esto ocurrió, a fines del año pasado las pistas de la mayoría de los distritos ya lucían deterioradas y algunas con grandes orificios. Con las lluvias de enero que no fueron tan intensas ya varios buzones de las calles y casas habían colapsado. Así que la catástrofe ante una lluvia de la magnitud como la sufrida el pasado viernes era algo inevitable. No había que ser un experto para vaticinar la desgracia que sobrevendría a la ciudad.
Sí, vale la pena llorar sobre la leche derramada, no es justo hacer borrón y cuenta nueva como es una costumbre en Arequipa y en todo el Perú. Aquí hay culpables y son las autoridades  arequipeñas que no pueden quedar impunes ante tamaña negligencia que ha tenido costos muy elevados esta vez peor que los del año pasado, sobre todo por las pérdidas humanas, porque simplemente sus autoridades no protegieron sus vidas al no establecer eficientes  políticas de prevención. El año pasado cuando escribía para un medio local en su editorial hablé de la prevención para no volver a pasar por adversidades ocasionadas por las precipitaciones, parece mentira un año después (o no acepto la realidad), tengo que lamentar que muchas veces no aprendemos de nuestros errores y que a  las autoridades arequipeñas les gusta seguir dándose  “coces contra el aguijón”.  
La av. Venezuela
Me resisto a aceptarlo pero creo que el próximo año también volveré a escribir sobre otra desgracia acaecida en Arequipa, ojalá y por el bienestar de los arequipeños me equivoque.